Tarzanes
Regresar al río, tirarme desde un árbol con las manos por delante, con lo ojos cerrados, sin haber catado el agua, cortar la superficie helada, tocar fondo y volver rápido a tomar aire asomando la cabeza mientras agito las manos y los pies como un renacuajo. Entonces, debo gritar “qué buena está, ven, tírate,” a todo aquel que está mirándome desde la orilla, escrutando cada escalofrío de mi cuello mientras parte del río me cae sobre los hombros y soy el ser más feliz del planeta. Agarrarme a la cuerda como si no tuviese ninguna duda de que podré sostenerme con mis brazos de crío y lanzarme al vacío, sentirme Tarzán, y en el punto más alto soltarme y caer otra vez contra el agua, mal la primera vez, mejor la segunda, hasta tener sincronizado el movimiento y así hasta la hora de la cena en la que hay que volver a casa con una sonrisa que tirita y tirita, envuelto en una toalla mojada, dispuesto a comerme todo lo que haya en la mesa.
R.T.
Elmo, Ari y amigos en el río Almofrei (Pontevedra). Agosto de 2013. >>